miércoles, 15 de agosto de 2007

La reunión

M.CarolinaGarcía

para cristina

Ernesto, un joven veinteañero, entra a la cocina sobándose el estómago.
- Irene ¿habrá llegado la leche?
- No, aún están las botellas vacías en la puerta – le grita su hermana desde el dormitorio.
- Tengo hambre.
- Yo también.
- Tendré que prepararme tan sólo un té.
Pero no recibe respuesta, ellos aún viven en la casa de sus padres, una de esas antiguas en que las paredes son tan gruesas como el ancho de una puerta. Pero sus progenitores no están, han salido temprano al hospital a tomar número para el control del padre del próximo mes.
La mujer se asoma en la cocina, con una toalla en la cabeza.
- No creo que hoy pase, en el negocio de don Pedro he oído que han tomado el fundo de los Martínez y se han repartido todas las vacas, y la lechería ha quedado pelada.
- ¿Y por qué don Omar no fue a buscar a otro lado?- Porque esa era la última que quedaba en pie.
El joven ya se ha preparado un té con tostadas y se ha sentado cabizbajo.
- Me ha invitado otra vez el Julio, a esas reuniones – dice desganado.
Irene mira para todos lados, preocupada de que nadie la escuche.
- No te metai en líos, esos son de derecha – bajando aún más la voz - de extrema derecha.
- Pero es que hay que hacer algo, no me puedo seguir haciendo el leso.
Mira a su hermana con reproche, y agrega.
- Y tú también deberías.
- Yo estoy bien como estoy, tengo un trabajo bueno y eso tú lo sabes.
Ambos se quedan en silencio. Ella se va al dormitorio ha terminar de vestir.
Ernesto aún permanece en la cocina, cuando Irene va a despedirse.
- Deja la tontera y vamos que los dos deberíamos dar gracias que aún tengamos pega y que más encima nos están esperando.
Una vez que salen a la calle se encuentran con el paisaje de todos los días. Las mujeres se han levantado temprano con sus hijos pequeños para hacer la cola para el azúcar y el té, y a veces, si tienen suerte, ha llegado harina en el negocio de Don Pancho. La carne de vacuno y de pollo la consiguen un poco más allá, en la carnicería de los Flores, pero hoy no hay gente, ahí hace ya varios días que no llega nada que repartir. Las viejas comentan en la fila que lo poco de carne que ha llegado la vendieron sólo a algunos por el triple de su precio. Quieren acusarlo de mercado negro, pero no pueden porque la mayoría de ellas le ha comprado. A nadie le gusta quedarse sin comida para sus cabros y están dispuestas a amanecerse en la calle y estar todo el santo día parada, para conseguir al menos lo mínimo.

Los hermanos, aún camino al trabajo, siguen discutiendo. Pero esta vez sólo ella habla.
- Piénsalo bien, no hagas estupideces, hazle caso a tu hermana mayor. ¿O prefieres que estemos como antes?
Él guarda silencio.
- Tú sabes que esto es el comienzo, la gente esta como loca, pero una vez que este todo en su lugar el país va a comenzar a funcionar como siempre debió ser. La gente no es mala porque quiere, sólo esta tomando lo que le corresponde. Pregúntale a mi papi, antes era peor, nos trataban con la punta del pie.
- ¿Si?
- Y si no anda todo como se quiere es porque los grandes, los que tienen plata, hacen la guerra, nos boicotean.
Han llegado a las afuera de las oficinas públicas. Los hermanos se besan y se despiden. Una vez que se han alejado sólo algunos metros, él le grita.
- ¡Irene, dile a mis viejos que tengo turno hasta tarde hoy!
La mujer no le ha alcanzado a escuchar, pero él no insiste, piensa que tal vez sea mejor así.

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